Tramo Ferreiros - Gonzar


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Este tramo es de muy fácil andar hasta legar a Portomarín, las subidas que empiezan desde este renombrado lugar hacen que no se descarte pasar la noche en su albergue de la Xunta o cualquier otra oferta hotelera, que las hay o en albergue privado que también los hay.

Pasaremos, si llegamos hasta Gonzar (después de algo más de dieciséis Kilómetros y medio) por las aldeas de Mirallos, Pena, Couto, Moimentos, Cotarelo Mecadoiro, Moutrás, Parrocha, Vilachá, Portomarín ( a 9 Km), Toxibó y Gonzar (16,8 Km).
En este tramo aparecen los viñedos que no se veían desde El Bierzo, hay muchos pequeños  bosques de robles y otros autóctonos, y aparecen por primera vez en el camino en Galicia los primeros eucaliptos, árbol invasor traído de otras tierras y que es como Atila, donde crece un aucalipto no crece la hierba. El humus ácido hace que se convierta en dueño y señor del bosque, arrasando con lo que siempre fue nuestro árbol, el carballo (roble).
El camino siempre es cuesta abajo hasta llegar a Portomarín. Bueno en Galicia lo de "siempre", pierde un poco el sentido, porque aparecerá alguna cuesta, algún regato o algún pedregal que hará que digamos "pero, ¿esto no era cuesta abajo?".  Quizás demasiado tiempo bajando, pendientes suaves al principio para convertirse en trampolines llegando ya a Portomarín.

Si tienes la oportunidad de salir de Ferreiros antes del amanecer y lo puedes contemplar desde Pena dos corvos, entre Rozas y Moimentos, te llevarás un recuerdo de uno de los amaneceres más impresionantes que he visto, si tienes la suerte de que haya brumas matinales, que marcan el curso de los ríos Miño ( que pasa por Portomarín, ya a la vista) y el Loio, que nace a escasos 2 Km del lugar. La luz fría que invade de repente el lugar impresiona. Pasas de la noche al día en escasos momentos, escuchas los trinos de los pájaros, un escalofrío te recorre la espalda y dices: ahora sí estoy de verdad en el Camino.

En Portomarín tienes de todo, es una de las poblaciones más nombradas del Camino, que se hizo famosa por su destrucción. Al construirse el embalse del Belesar, se inundó el pueblo desapareciendo bajo las aguas del miño. No fue una catástrofe natural, estuvo pensado y planeado. Así se salvó todo lo que se quiso salvar. Eso hicieron con la iglesia ( San Nicolás, antes San Juan ), que trasladaron piedra a piedra a su ubicación actual, en lo alto de un monte, con el embalse a sus pies. No es un ejemplo de arquitectura bien planificada, pero merece la pena darse un garbeo y ver la iglesia-fortaleza de San Nicolás, los soportales empedrados y los miradores sobre el embalse. En cualquier caso, si no tienes intención de pernoctar, tus piernas agradecerán que les ahorres subir hasta el albergue para volver a bajar exactamente al mismo sitio. Hay que preparase para la subida que nos espera, una rampa muy pendiente y de longitud suficiente para hacer dos o tres paradas a coger aire. Una vez arriba, no has terminado, porque será todo cuesta arriba, aunque más suave que el inicio,  hasta Gonzar.



Poco antes de llegar , hay un merendero que invita a parar y descansar un rato. Hay una fuente hasta hace poco de agua clara y potable, hoy casi seca y con aguas muy ferruginosas (alto contenido en arcillas y hierro) no recomendable para beber (no sé si ya han prohibido su consumo, lo comprobaré en mi próximo camino). El albergue de Gonzar está a un tiro de piedra. en la terracita que hay en el bar antes del albergue, fue donde conocí a Juan, coprotagonista de la historia "...Y quién es este tío?" de este mismo blog.